«Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma.
Y uno aprende que el amor no significa recostarse y una compañía no
significa seguridad.
Y uno empieza a aprender…que los besos no son contratos y que los regalos
no son promesas.
Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos.
Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
por que el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes… y los
futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado,
hasta el calor del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de
esperar que alguien te traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale, y uno aprende y aprende…
Y con cada adiós uno aprende».
Hace mucho tiempo un amigo me descubrió este poema. Siempre lo había atribuído a José Luis Borges pero recientemente he leído que hay una confusión sobre su autoría. Sí, tal como dicen estas palabras, cada etapa de nuestra vida nos enriquece y nos hace más sabios aunque sea dolorosa y amarga. Y también es cierto que el ser humano está más preparado de lo que creemos para aguantar cualquier tipo de circunstancia. Por dura que sea. Una buena muestra la encontramos en El Hombre en busca de Sentido de Victor Frankl, en el que este psiquiatra explica su experiencia como prisionero en un campo de concentración. Una magistral lección de VIDA.